Hace 600 años que llegamos a España, trayendo con nosotras cultura, raíces y un estilo de vida respetuoso y libre. Seiscientos años de historia, de lucha y de resistencia.
Se nos ha tratado de invisibilizar, lo que supone negarnos la igualdad de oportunidades. Hemos sido señaladas por ser diferentes. Han intentado borrarnos por no ser asimiladas, y no hemos tenido opción de disfrutar de las mismas oportunidades que otros ciudadanos de nuestro país a lo largo de la historia.
A pesar de ello, hemos construido, hemos avanzado, hemos demostrado que nuestra identidad es fuerza, arte, vida, resistencia, dignidad, belleza y pasión.
Hemos dejado huella en la música y el baile, en la literatura, en la pintura y en muchas disciplinas y oficios que hoy no se entenderían sin la aportación de nuestro pueblo.
Somos la historia misma de este país.
El 8 de abril no es solo una fecha en el calendario.
Es un recordatorio de todo lo que hemos vivido.
Es un homenaje a quienes nos precedieron, a quienes no pudieron alzar su voz, reprimidos por un sistema supremacista que no acepta la diversidad.
Es también un grito por quienes vendrán, para que nunca más sean invisibles y puedan ejercer sus derechos: a elegir, a estudiar, a trabajar, a decidir conjuntamente en los espacios que también nos pertenecen.
Como cualquier sujeto de derecho.
Somos un pueblo de alma infinita, de corazones que laten al ritmo del compás y la libertad.
Nuestra esencia no se puede encerrar en un estereotipo, ni en una barrera, ni en una frontera.
Somos cultura, somos historia, somos futuro.
Hoy más que nunca, alzamos la voz para decir:
¡Basta de prejuicios!
¡Basta de discriminación!
¡Basta de barreras que nos impiden avanzar!
Merecemos igualdad, merecemos respeto, merecemos oportunidades.
Queremos que nuestras niñas y niños sueñen sin miedo, que estudien, que trabajen, que vivan sin ser juzgados por su origen.
Porque el pueblo gitano es España,
y España es el pueblo gitano.